lunes, 23 de mayo de 2011

El secreto

Shhhh… más bajito. Lo justo para que nos oigamos. No hace falta levantar la voz ni una pizca más. De hecho, si te acercas un poco más, podremos hablar aún más bajo. Eso es. Apenas un susurro. Me oyes bien, ¿no? Entonces ahora te lo puedo contar.

Lo primero es advertirte. No te equivoques, esto no es ningún cuento chino. No es una de esas historias para no dormir. Es la verdad verdadera. Tan cierto como que mañana saldrá el sol. Eso sí, no tengo más pruebas que las que me han dado mis ojos y mis oídos, y no tiene detrás más razonamiento que el que te voy a exponer. Pero ya lo verás, es tan intuitivo que una vez lo has visto todo cambia, ya no podrás dejar de ser consciente de ello en cada minuto, cada segundo que pase.

Aún no recuerdo bien cuando me di cuenta. Supongo que es como montar un puzzle sin tener la caja. Las piezas iban encajando por si mismas por… por narices. Por que solo encajaban una con otra, sin más opción. Pero encajaban al margen del dibujo que tenían encima. Era como si no pudiera poner atención al dibujo, como si estuviera montando el puzzle al revés, con la parte de cartón sin pintar hacia arriba. Simplemente se iba encajando todo, pero aún no era consciente de que iba el tema.

Y entonces ocurrió. Entonces, de pronto, vi todos y cada uno de los trazos que dibujaban esas piezas, y ya no era necesario seguir encajando las demás, porque lo que mostraba era obvio. No necesito colocar todas las piezas, se lo que tendrán impreso en ellas, veo perfectamente la continuidad del dibujo. Fue un shock, si te de digo la verdad, porque fue de un momento a otro. No ves nada y de repente todo encaja. Ves la lógica más allá de las cosas y lo comprendes. Lo comprendes todo. Y te dices, ¿cómo he podido estar tan ciego y no darme cuenta antes?

Pero así es. Y me doy cuenta con los demás. A cada persona a la que le he transmitido este mensaje, como a ti, en el más leve de los susurros y en la más hermética posible de las conversaciones, he visto la misma reacción. Los ojos se abren como platos, la mandíbula estira la boca hacía abajo, dibujando ese “Oh” mudo de sorpresa cuando, a penas unos segundos después de sembrar la idea en su mente, la misma estalla y florece y crece y crece más allá, abarcándolo todo. Todo encaja, tan rápido, tan obvio. Sorprende a tantos niveles… ¿cómo no lo hemos visto antes? ¡¡Ha estado ahí todo el tiempo, delante de nuestras narices!!

Bueno, ha llegado la hora de que lo sepas. De que lo sepas, abras tu mente y comprendas. Y entonces harás como yo y lo contarás por ahí al oído de otros, intentando hablar lo más bajo posible y asegurándote de que solo esa persona te escucha. Y le dirás lo que te voy a decir yo ahora.

Le dirás…

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