Te das cuenta de que estas despierto. Es una de esas veces que pasa a la inversa de como cuando te quedas dormido, que no sabes decir exactamente el momento en que dejas de estar consciente y pasas al mundo de las ensoñaciones. Pero si, estas despierto. De hecho, aún recuerdas algo del sueño que estabas teniendo. Mejor dicho, recordabas: solo han pasado unos segundos y ya se te ha olvidado. Entreabres unos ojos legañosos para mirar la hora. Es pronto. Siempre es pronto cuando se está tan a gusto bajo las sábanas. Te sientes pesado, perezoso, envuelto en el calorcito confortable, lejos de las preocupaciones y las prisas del día a día. Que bien se está... Te estiras, hasta que los pies llegan más allá de la zona tibia que rodea tu cuerpo. Pronto vuelves a encogerte y arrebujarte, mientras notas como una sonrisa, plena de satisfacción y disfrute, se dibuja en tu cara relajada. Quizá duermas un ratito más. Unas pocas cabezadas. O quizá vuelvas a caer en un profundo y reparador sueño. O quizá ni una cosa ni otra, y te quedes ahí, disfrutando de la sensación, de ese sentimiento de comodidad y confort.
Un largo suspiro. Unas piernas, unos brazos, que pesan, de los que empiezas a dejar de ser consciente de que están ahí. La respiración se enlentece más aún si cabe, y se vuelve más suave. La mente queda en blanco. No piensas. Solo sientes. El calor, la paz, la relajación...
Buenos días.
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