Cuéntame otra vez el viejo cuento. El de palabras negras y aristas afiladas. El de suaves y dulces caricias en lo más profundo de la necesitada conciencia. Ese que rezuma verdades y sueños al mismo tiempo, tan incongruente como retorcidamente oportuno. Siempre tan lleno de ilusiones como de descorazonadores aterrizajes de emergencia. Libidinoso, tierno, triste y luminoso. Seco y cobarde. Tranquilo y excitante. Tantas caras de la misma moneda, y todas ellas ricas, todas vacías; todas llenas de complejidad y arrebatadoramente simples.
Quiero sangrar otra vez, y volver a curarme. ¿Quién ganará esta vez? ¿Acabarán las perdices devoradas en la bacanal de la victoria, más gris que blanca? ¿O reirá el último tras un cruel e inesperado giro de un retorcido guión? Anda, léeme otra vez ese vieja fábula, ese antiguo tomo cubierto de polvo hecho de pequeños sorbitos de vida.
Ya sabes, no te saltes ni una coma, léelo todo, despacito, palabra por palabra, ¿eh?
Y recuerda: invéntatelo de nuevo absolutamente todo, de principio a fin.
Como siempre. Como nunca.
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