martes, 16 de agosto de 2011

Una vida tras el cristal

¿Tan interesante soy? No se que narices miráis, de verdad. Podíais iros a vuestras casas y dejarme en paz, no se que leches pintáis aquí...

¿Qué pasa? ¿Quereís verme hacer monerías? ¿Trucos, gracietas? ¿Que os parece si estampo un puñado de mierda en vuestras caras sonrientes? ¿Eso os gustaría? ¡Perderos de una vez, pesados!

Esos ojos, siempre esos ojos ahí, mirándome... Al menos por la noche os largáis, algo es algo. Pero vuelve el día y aquí estáis de nuevo, dando el coñazo. Me gustaría veros en mi situación, que esto fuera al revés. Que fuera yo el que me pasara hora tras hora mirando, cotilleando en vuestra vida. Seguro que no lo veíais tan curioso, tan gracioso, ¿a que no? Seguro que no os reiríais ni expondríais a vuestros hijos a esto. ¿Créeis que no tengo ya bastantes problemas? ¿Que no soy ya lo bastante infeliz? ¿Es que no tenéis corazón? ¡¡Idos!! ¡¡Idos de una vez!! Y no volváis, demonio... no volváis, maldita sea...

Dejadme en paz. Dejadme sufrir en paz. Malditos todos. Os odio. A todos y cada uno de vosotros, de vuestros ojos, de vuestras caras sonrientes. Os escupiría, os golpearía, os patearía hasta reventar. A todos. Idos de una vez, dejadme en paz... Idos...


-Mamá, ¿por qué aquel monito está triste?


No hay comentarios:

Publicar un comentario