martes, 30 de agosto de 2011

Juez y verdugo

¿Crees que estoy loco? ¿Que no voy a hacerlo? ¿Que no seré capaz de acabar contigo? Te mataré. En un suspiro dejarás de existir. No tardaré mucho, será un instante, seguramente ni tendrás tiempo de sufrir, tranquila. Será brutal, pero rápido.

No sé si debería contarte esto. Total, seguro que una mente inferior cómo la tuya no llega ni a entender de lo que hablo, pero bueno, ya puestos... ¿qué más da? Creo que te lo mereces. Te mereces saber porque creo que debo acabar contigo. No es solo por el infinito odio que te profeso, no; ni por lo que acabas de hacer. Eso podría ser suficiente para mí, claro, para cualquiera... pero no, no es por eso. O no solo por eso.

Tengo la teoría de que he sido creado para esto, de que esto forma parte de mi destino, uno de los motivos por los que estoy aquí. Debo de acabar con las menos aptas, las menos preparadas, aquellas que no merecen continuar en este mundo; de otro modo acabarías generando una descendencia de seres tan inútiles cómo tú; y muchas de ellas, las hembras (siempre soy las hembras, ¿verdad?) podrían ser tan estúpidas cómo lo has sido tú. Serían capaces de cruzarse en mi camino, y hacer una  tontería cómo la que acabas de cometer. Y no es lo que queremos, ¿verdad? No es lo que quiere... la evolución. Sí, eso es: la evolución. Soy una simple herramienta darwiniana, soy parte del control, soy el cercenador de las vidas de aquellas cuyas cualidades, cuyas características, se han mostrado inferiores, erróneas, invalidas. Y tú, amiga mía, eres una de ellas, que le vamos a hacer. Así que hazme el favor de estarte quietecita, no alarguemos esto. Pasará todo en un suspiro, ya lo verás, no te muevas...

La mano descendió veloz y se estrelló contra la pared. Al retirarla y mirarse la palma, la expresión dudosa de su rostro se tornó en un gesto de triunfo, casi de alegría. Se limpio la sangre con un pañuelo de papel y se volvió acostar. Apagó la luz de la mesilla y cerró lo ojos. Enseguida podría volver a quedarse dormido. Pero aún le picaba un poco el brazo.

Malditos mosquitos...

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