martes, 1 de noviembre de 2011

Perdedor

"¡Ja!, ¿he ganado? ¡He ganado! ¡Toma ya! ¡Jajaja! ¡Tomaaaaaaaa!", saltó de la silla y se puso a gritar y brincar y bailar con una sonrisa que no le cabía en la cara, y brazos y piernas que se movían al más puro compás de la alegría desmedida. Él miraba desde el otro lado de la mesa, aún con sus cartas en la mano, con cara de resignación y cierto dolor contenido ante la derrota. La verdad es que parecía que le estuviera escociendo un poco esa celebración tan efusiva por su parte; al menos es lo que ella pensó cuando le apuntó con un dedo acusador: "¡Te he ganado! ¡Ja! ¿Cuantas veces seguidas lo habías hecho tú? ¿Eh? Pues no, ahora la nena ha ganado, he vencido al maestro, ¡ja!, ¡chúpate esa!", y de nuevo el baile de la victoria y los pequeños grititos de júbilo entre carcajadas.

"¿Es para tanto?", pensó él. Realmente le apetecía que ella ganara alguna vez. Ya se empezaba a sentir molesto de no saber como comportarse con sus propias victorias. Si las celebraba, notaba en sus ojos cierta mirada de dolor mal fingido, de mal perder contenido. Y si no las celebraba peor aún, porque entonces ella se llegaba a enfadar e incluso a acusarle de sentirse tan superior como para no saber valorar las victorias. ¿Qué quería? La verdad es que empezaba a resultarle violento jugar con ella, estaba harto de ganar siempre. Su actitud al saberse ganadora le había sorprendido, no esperaba esa explosión de júbilo, esas ganas locas por restregarle su victoria por la cara... Y aunque no era un espectáculo precisamente agradable, se alegraba muchísimo por ella, aun más de lo que habría esperado; pero se cuidaba mucho de dejar que ninguna expresión de la alegría que sentía por dentro se filtrara a su rostro, que aparentaba una perfectamente fingida adustez del mal perdedor por falta de costumbre a ello.

"Vamos, no me mires así, chico... ¡Para una vez que gano! Tengo que celebrarlo, ¿no? ¡Mírale, que ojillos de derrotado tiene! ¿Pica? ¡Jajajaja! ¡Qué te he ganado, chaval! ¡¡Por fin!!", y de nuevo aquel bailoteo espasmódico, dejándose llevar por ese corazón suyo que ahora debía de latir a base de un gran chute de adrenalina, y todo un subidón de endorfinas que le hacía brincar sin parar. Al fin, doblando ligeramente su espalda y apoyando sus manos en las rodillas, calmó su celebración con un largo suspiro que recuperó un ritmo de respiración más habitual. Levantó la mirada hacía él; sus mofletes estaban sonrosados y sus pupilas parecían el negativo de enormes lunas llenas. Le sonrío, inmensamente complacida consigo misma. Luego torció la cabeza, curiosa, y de pronto su sonrisa se convirtió en aquel gesto tierno que tanto le gustaba a él, y aquellos ojos abiertos de par en par se entrecerraron en ese mohín tierno tan adorable.

Cruzó la distancia que les separaba y se sentó en sus rodillas dejando exhalar un largo y suave "¡ooooooh!" por el camino; le rodeó con un brazo y jugo a despeinarle con su otra mano. "No estés tan serio... Ha sido divertido, ¿no? ¿Es que no te alegras por mí? Lo sé..., bueno, no he sido la ganadora más educada del mundo. Tengo que reconocer que no sé ganar, y menos cuando nunca lo había hecho... No he podido aguantarme, perdona. ¿Me perdonas, sí? ¿Una sonrisita? Anda, regálame una sonrisita...". Él estaba desando dejar escapar esa sonrisa a sus labios, claro. Pero no podía dejarla salir demasiado pronto o ella no habría disfrutado tan plenamente de su victoria. La conocía demasiado bien como para no saber eso. Ahora, por fin, se dio el lujo de dejarla salir, tímidamente al principio, mientras sus ojos se clavaban en los suyos a menos de un palmo de su rostro. "Así me gusta, guapo", dijo, antes de darle un lento, suave y sentido beso en los labios.

"¿Sabes qué?", alzó la voz divertida mientras se ponía de nuevo en pie, de un salto, llena de arrolladora energía. "¡Salgamos a celebrarlo! Vámonos a... no sé... a cenar... a tomar unas copas... o... ¡a bailar! ¡Vámonos a bailar! ¡Ven, corre, vistámonos!", y agarrándole de una mano le hizo levantarse bruscamente, tirando de él con inusitada fuerza. "¡Deja eso!", le hizo soltar de un manotazo las cartas de aquella última jugada, que aún escondía en su mano, antes de arrastrarle hacía el pasillo. Y entonces se detuvo en seco en su carrera apresurada, haciendo que se tropezara con ella al dejarse llevar por la inercia. Él trago saliva, y por un momento tuvo miedo: ¿se había dado cuenta de todo? Pero por suerte parecía que no, de hecho ahora sonreía más aun si cabe. "Mmmmm... mejor aun... celebrémoslo de otra forma... ¡¡jugando!! ¿Te apetece jugar a un juego en el que ganemos los dos?, jijiji", y dando un pequeño saltito cruzó el umbral de la puerta, antes de girarse de cara a él e indicarle con los dedos y una mirada divertida y juguetona que la siguiera, mientras se dirigía andando de espaldas hacia la habitación. Él la siguió encantado, por supuesto, pero en el último instante lanzó una mirada hacía la mesa, y sonrío aliviado. Aquella última baza que le había entrado, aquella mano final en la que había sido derrotado, aquellas cartas que le había escondido dándole la victoria al hacerla entender que su jugada era mejor... habían caído boca abajo sobre el tapete. Ella no había podido verlas. Mejor así: no le habría gustado saber que le había dejado ganar.

"¿Vienes o qué? ¿Es que voy a tener que ir a buscarte, perdedor?" No, no haría falta. Echó a correr hacía la habitación y ella le recibió con un pequeño gritito divertido y una carcajada nerviosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario