sábado, 24 de diciembre de 2011

25 de Diciembre

Cada año esperaba estas fiestas. No es que fueran sus favoritas, no. Es que para él eran las únicas. El resto del año no dejaba de ser una repetición monótona de días vacíos de significado. Pero cuando se acercaba la Navidad todo cambiaba. Era distinto. Le encantaba aquello. Lo vivía tan, tan, tan intensamente...

Desde semanas antes al día de Navidad, ya se notaba el cambio en él. Recibía a todas las visitas a la casa con una gran sonrisa. Disfrutaba de las cordialidades navideñas, de escuchar aquellos "¡qué tengas feliz Navidad!" o "¡felices fiestas!". Para él no eran simples formulismos. En absoluto. Eran deseos sinceros. Deseos de paz, de armonía, de familias abrazadas en torno a mesas llenas y de sueños infantiles. Era precioso. El lo vivía como algo precioso. Le costaba tan poco vivirlo así... De hecho, no podía evitarlo. Tenía la sensación de que estaba en este mundo para eso. Para vivir así de intensamente la Navidad. Para ser Navidad.

Siempre había deseado unas navidades blancas, aunque nunca había pisado la nieve. Para alguien como él, con una vida como la suya, era difícil poder escaparse a algún puerto de montaña y hacer muñecos de nieve o disfrutar de peleas a bolazo limpio. Aunque lo deseaba, sí. Secretamente. Su vida... bueno. No podía decir que le gustara. Deseaba que fuera de otro modo, eso seguro. Se sentía enclaustrado, vació, anónimo, inútil. ¿Cuestión de autoestima? Puede ser. No era una vida mejor o peor que la de otros muchos, eso es cierto. Pero realmente el resto del año no valía nada para él. Eran días, semanas, meses vacíos. Simplemente formaban el tiempo entre dos Navidades. Nada más que eso.

No es difícil hacerse una idea de lo que significaba para él que se acabaran las fiestas. Hablar de depresión es quedarse corto. Aunque con el paso de los años había aprendido a ser paciente, a vivir cada día como uno más en la cuenta atrás hasta las próximas Navidades. Pero seguía resultándole duro. Muy duro. De todas formas no pensaba en ello durante aquellas fiestas. No le daba tiempo. Lo pasaba demasiado bien, sus días y sus noches se llenaban de demasiadas ilusiones y demasiados motivos para sonreír de oreja a oreja, como siempre hacía.

Nunca se le oía decir cuantísimo amaba la Navidad. No hacía falta, claro. Solo había que mirar sus ojos brillantes para darse cuenta de lo feliz que era. Desbordaba entusiasmo, dinamismo, ganas por festejar. Era lo más parecido a la Navidad personificada. Y cada Navidad, año tras año, impregnaba de buenos sentimientos, bonitos deseos y sinceras alegrías a aquella familia que le acogía. La misma familia que conocía desde hacía ya cuatro generaciones, y con la que deseaba estar cuatrocientas generaciones más. Les quería a todos, a todos y cada uno de ellos. Pero ahora mismo sentía debilidad por la pequeña Nati. Era ella quien junto a la matriarca, su abuela Aurori, cada año, a primeros de Diciembre, abría la caja de los adornos navideños. Escuchar la voz aguda de Nati mientras revolvía espumillón, bolas y figuritas del belén era uno de los momentos más dulces para él. "¿Dónde está el pastorcito, Abu? ¿En esta caja? ¿Está aquí? ¡¡Pastorcitoooooo!! ¡Aquí estás!". Y lo cogía con sus dedos diminutos, y lo abrazaba, y lo colocaba con cuidado en su lugar, en aquella pequeña mesita de la vieja casa familiar dónde cada año se instalaba el nacimiento. "Abu, ¿te he dicho que este pastorcito es mi figurita favorita?", decía. "Todos los años me lo dices, cielo. Y claro que lo es, es la de todos", le contestaba su abuela. "¡¡Pero es que mira como sonríe, abu!! Mira, ¡miraaaaaa!", gritaba entusiasmada la pequeña, mientras su abuela reía, complacida.

Y así pasaban los años para el pastorcito. El pequeño pastorcito del belén. El de la pintura descascarillada aquí y allá. El de la ovejita a hombros. El de la enorme, enorme sonrisa y los ojos tan brillantes como el primer día. El que querría poder hablar, poder gritar con todas las fuerzas de sus diminutos pulmones de plomo, diciendo: "¡¡¡Feliz navidad!!!".

2 comentarios:

  1. Parece que hace tiempo que no llueve, ejem....

    ¡Feliz año!

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  2. Pues sí, ya lleva muchos días esto abandonado... A ver si acaba pronto la sequía, vuelven las nubes y llueve un poquillo. Ganas hay, pero de tiempo ni gota, jejeje.

    ¡¡Feliz año!!

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