Caminando por el camino roto, de regreso al valle, no dejo de preguntarme. Me pregunto y me pregunto, y me olvido las respuestas a cada paso. Confundo ríos con caminos, hojas secas con piedras, sueños con recuerdos. Y me pierdo en cada intersección, volviendo de nuevo al mismo sitio una y otra vez. ¿No conocía ya este lugar? Sí, por aquí ya he pasado.
De regreso al verde valle, que hoy se tiñe de naranjas y amarillos, de marrones que se lleva el viento. De la lluvia fría que no escampa, del sol tímido, de la penetrante humedad del cejo. Dejo atrás los campos de labranza, otrora cubiertos de cereales y amapolas, que ahora languidecen, tristes, tristes, entre barros y pajas.
Allá espera el valle. La casita de piedra junto al puente viejo. El sonido de los rebaños que amanecen temprano. Las risas de los niños bajo la torre del reloj. El calor de un hogar, de la risa familiar y de los ojos que me esperan. Y yo me pregunto y me pregunto. Y el silencio nunca contesta.
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