sábado, 22 de octubre de 2011

Por eso estás aquí

Me estaba poniendo nervioso. Veía de reojo que no dejaba mirarme. Incluso, cuando le devolvía la mirada y clavaba mis ojos en los suyos, no la escondía o apartaba o fingía estar mirando a mi espalda, más allá de donde yo me encontraba, como hacía la gente en ocasiones. No, ella seguía mirándome fijamente. ¿A qué venía todo eso? Vale, lo sé, llamo la atención. No soy un chico corriente, no soy lo más común que te puedas encontrar por la calle, soy consciente de ello. Estoy acostumbrado a que me miren, me señalen, y la gente se dé codazos mientras cuchichea acerca de mí. Pero al menos normalmente disimulan. Normalmente fingen no estar haciéndolo. Aquel descaro me estaba sacando de quicio, la verdad.

¿Y su cara? Esa impenetrable máscara de neutralidad... ¿A qué venía eso? No era una mirada curiosa, ni divertida, ni extrañada... ni nada. Era desconcertante. Me miraba fijamente, sin pestañear, con una cara totalmente relajada e inexpresiva. ¡Pero por algún motivo tenía que estar mirándome así! Algo debería de estar pensando sobre mí para que me mirase de esa forma tan continua y obsesiva, pero no conseguía leer ese motivo en su rostro. Uf, que mal me sentaba todo aquello. Le pedí disculpas a mi interlocutor e hice girar la silla de ruedas hacia ella. Iba a aclarar esto de una vez por todas.

"Hola", le dije. Iba a ser mucho más brusco. De camino hacia ella iba pensando en soltarle un "¿qué?, ¿se puede saber por qué leches me miras así?, ¿se puede saber cual es tu problema?", pero en vez de eso me salió un "hola", ya ves... Y entonces ocurrió. Bueno, creo que me empecé a dar cuenta a medida que me acercaba a ella, pero en el momento en el que fui a abrir la boca para hablar era ya tremendamente evidente. Aquella cara cobró expresión de golpe. ¡Y de qué manera! Una sonrisa tímida crecía sin parar, más y más y más amplia a cada instante que pasaba, al tiempo que el más coqueto y vergonzoso de los rubores cubría su rostro desde el cuello hasta la raíz de sus cabellos. Por cierto, ¡menuda cara! Ni siquiera me había fijado en ello hasta ese momento, de la simple rabia que me daba no entender lo que ocurría, pero... era la chica más guapa que había tenido delante en mi vida.

A la vez que abría los ojos de par en par, vi como se le hinchaban las pupilas, como si de pronto alguien hubiera apagado todas las luces de la habitación salvo una tenue vela. Y en cuanto un casi tartamudeante e inaudible "hola" salió de entre aquellos deliciosos labios, sus ojos se desviaron de inmediato de los míos para ir a clavarse en el nudo que habían hecho sus manos, apretadas fuertemente la una contra la otra, y presionando con intensidad contra su estómago, en un gesto de puro nervio y timidez. ¿Qué estaba pasando aquí? No... no podía ser... ¿O sí? Lo supe enseguida, cuando noté que se esforzaba por respirar profundamente y, tras un intenso suspiro, levantó de nuevo la mirada para encontrarse con mis ojos y me dedico la más hermosa sonrisa que he visto en mi vida.

"¿Cómo te llamas?", me dijo. Y me lo dijo mirándome a los ojos, alegre, con una expresión de sincero interés, con una atención limpia y hermosa. En ese momento supe que me enamoraría de ella. Pero bueno, luego me enteré de que ella ya había pensado del mismo modo a cerca de mí desde hacía bastantes minutos atrás. Y es que ahora se que, cuando ve algo que le gusta mucho mucho, parece que le hayan robado la mirada y los sentimientos de la cara. Y si no que te lo diga ella, ¿verdad Mamá? Como me va a gustar llamarte "Mamá"... ¿Ves cómo te está mirando ahora mismo, Ismael? Pues justo esa es la mirada de la que te hablaba. Toma, anda, coge al pequeñajo un rato. Quizá deberías probar a darle el pecho de nuevo, como nos ha dicho la enfermera, ¿no?

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