martes, 25 de octubre de 2011

La ciencia avanza que es una barbaridad...

Últimamente se han publicado muchos artículos sobre los increibles avances que el doctor Rafael Salvio ha logrado en su nueva clínca. Han sido muchas las entrevistas que se han podido leer en los medios en los últimos días en las que el doctor detallaba el nuevo procedimiento que realiza, gracias al cual las intervenciones se llevan a cabo en un tiempo récord, y los extraordinarios resultados que reporta. Nosotros hemos tenido el privilegio de conseguir acceder en exclusiva al quirófano para poder observar de primera mano como transcurre una de estas intervenciones que permite tamaña mejoría en los pacientes del doctor Salvio.

El paciente, una mujer de mediana edad, reposa en la mesa del quirófano convenientemente sedada y rodeada de todo un arsenal de instrumental médico. Una serie de máquinas a las que está conectado su cuerpo indica que la operación transcurre con normalidad. El local, perfectamente iluminado y climatizado, está decorado sobriamente por todo un abanico de tonos azules, el mismo color con el que se visten los miembros del equipo médico. La actividad dentro del quirófano es incesante, pero organizada y coordinada al milimetro. Cada uno de los especialistas, ya sea médico, enfermera o asistente, conoce perféctamente su labor y la ejecuta con mimo y profesionalidad. El doctor y uno de sus ayudante se encuentran trabajando en la dolencia de la mujer, a la que escoltan a ambos lados de la mesa, a la altura de su pecho. En sus caras las gafas especiales que todo el mundo asocia con este vanguardista procedimiento médico. Cabe recordar que el propio doctor Salvio pertenecía al equipo de trabajo que las diseño hace ahora diez años, y que su equipo actual ha implementado las mejoras en las mismas que han empezado ya a ser copiadas por otras clínicas especializadas debido a la impresionante mejora en el procedimiento.

El doctor va indicando con voz firme y enérgica el nombre de los distintos elementos del instrumental que necesita. Sus asistentes se los van facilitando rápidamente, con la precisión de un reloj suizo. De fondo se escucha suavemente la sinfonía numero 3 de Brahms, el compositor favorito de Rafael. El olor a desinfectante y lejía impregna completamente el ambiente, y puedo asegurar que las medidas higiénicas exigidas a todo aquel que accede al quirófano son extremas, para garantizar la esterilidad del entorno. De hecho, y a pesar de haber sido eficientemente preparado por el equipo del doctor, siendo lavado, desinfectado y vestido con ropa especialmente diseñada para la actividad en el quirófano (impermeable, resistente, repelente de cargas estáticas y de un solo uso, obviamente), a este reportero se le indicó un lugar alejado de la mesa de operaciones y convenientemente acotado en el que permanecer a lo largo de toda la operación, para poder estar seguros de que no interfiera activa o pasivamente en el desarrollo de la intervención quirúrgica.

Hora y media más tarde del comienzo de la operación, tras nombrar y utilizar toda clase de instrumental médico, siendo secado el sudor de su frente en numerosas ocasiones, finalmente el doctor Salvio se retira, habiendo quedado el pecho de la paciente convenientemente suturado, y es el resto del equipo el que finaliza el procedimiento y prepara a la paciente para salir del quirófano y dirigirse a su habitación para comenzar el post operatorio. Al salir del quirófano el doctor, a quien ya han retirado sus gafas especiales, nos guiña un ojo y levanta un pulgar. "La operación ha salido estupendamente", nos dice desde detrás de su mascarilla azul.

Al día siguiente nos recibe la paciente en su habitación. Se encuentra bien, un poco cansada y con alguna ligera molestia debido a la pequeña herida que nos muestra en su pecho. "Me han dicho que mañana podré irme a casa. Lo único que tendré que hacer es vigilar que no se infecte la herida y acudir regularmente al médico para que compruebe la correcta cicatrización de la misma. Por lo demás, me encuentro estupéndamente", nos ha comentado. Al preguntarle sobre su dolencia, si había comenzado a sentirse mejor, sonríe de oreja a oreja y sus ojos brillan de entusiasmo. "No se hace usted una idea. Soy una persona nueva, Rafael me ha devuelto la vida. Mis preocupaciones, mis miedos... todas aquellas desgracias que me acosaban en mi día a día han desaparecido. Ahora estoy llena de ilusión, ganas y alegría. No se imagina usted lo feliz que me encuentro", contesta con entusiasmo.

Y es que por algo el doctor Salvio es una eminencia mundial en su ámbito: quitar las penas. Y una vez más nos demuestra porque su especialidad médica tiene tantísimo valor para nuestra sociedad. Gracias a su trabajo y al de los miles de especialistas que diariamente ayudan a las personas con problemas emocionales en hospitales de los cinco continentes, podemos decir con orgullo que este pequeño mundo azul en que vivos se ha convertido en una lugar más feliz. Quién podía pensar hace apenas un par de decadas que la depresión, la angustia, la infelicidad o la apatía, por nombrar solo algunos de los trastornos que trata el doctor a diario, se podrían solucionar con una sencilla operación y un llevadero post operatorio. "Es nuestro trabajo, conseguir que la gente se encuentre mejor", nos apunta el doctor en su coqueto despacho, lleno de dibujos de agradecimiento de niños y fotos de muchos de sus de sus pacientes, "y por ello seguiremos trabajando". Permítale desde estas líneas a este humilde reportero agradecérselo de corazón a usted y a todos sus colegas, en nombre de toda la sociedad.

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