Despídeme de las interminables horas de los lunes, de las camas de los hoteles que no se usan para dormir, de las canciones tocadas a cuatro manos en el piano.
Di adiós de mi parte a los caminos desiertos, a los paseos nocturnos, a los apretones de manos.
Hoy me vuelvo a mi hogar sin retorno, a mi pequeña cárcel sin barrotes, a este pequeño corazón de piedra que tengo por casa.
Y no creo que vuelva, la verdad. Estoy cansado y quiero acostarme ya. Voy a dormir hasta olvidarme de querer despertar. Voy a soñar con que todo ha sido un sueño.
Buenas noches, lucero. Hasta siempre.
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