Cuando se despertó no era él mismo. Ni aquella era su cama, ni conocía aquella habitación. Al principio intentó tranquilizarse. Aquello tenía que tener alguna explicación; se había despertado en un lugar desconocido por algún motivo perfectamente lógico, solo que no lo recordaba. Pero al ir a levantarse todo empezó a cambiar. Era más alto, bastante más alto que nunca. Aquellas no eran sus manos, ni esos sus pies... ¿¡estaba en otro cuerpo!? Le entró el pánico. Recorrió aquella casa vacía y desconocida parándose en cada espejo, gesticulando ante el reflejo de aquel extraño que imitaba sus gestos y se tocaba la cara y el cuerpo al mismo tiempo que lo hacía él. Lloró, gritó, pensó que se había vuelto loco. O quizá todo era una pesadilla. Ahora se despertaría sudoroso y temblando de pánico y todo acabaría. Eso es lo que iba a ocurrir, ¿verdad? Se derrumbó en un rincón, aterrado, envuelto en lágrimas de desconcierto, en puñetazos a la pared y en murmullos de demente. Se hizo un ovillo y se dijo: "dormiré, eso es lo que haré. Dormiré y despertaré y habré recobrado mi vida, y esto habrá sido un estúpido sueño, nada más que eso".
Al volver a despertarse, con los ojos pegajosos, llenos de legañas, y los nudillos de esas manos extrañas ensangrentados y doloridos, seguía tirado en el mismo rincón. Comprendió que no tenía sentido intentar negarlo. Tenía que entender qué había ocurrido. Se vistió con una ropa que no conocía, pero que era de la talla de ese nuevo cuerpo. Recorrió de nuevo toda la casa. Revolvió cajones. Ojeo las fotos, llenas de lugares y caras desconocidas, salvo la de aquel extraño que se asomaba en todos y cada uno de los reflejos de su rostro. Ni siquiera conocía la calle en que se encontraba aquella casa. ¿Quizá fuera otra ciudad? Encontró la cartera con su documentación. No la suya, claro, sino la de aquel cuerpo. Supo su nombre, un nombre desconocido para él. Lo repitió en alto, cientos de veces. ¿Ese era él? Escuchó en el mensaje de saludo del contestador automático la voz de otra persona. Luego comprendió que es así es como sonaba su voz, la de aquel cuerpo, para los demás. Información, necesitaba información. Se pasó todo aquel día indagando en aquel piso, descubriendo todas las cosas que podía de aquel extraño: sus gustos, su historia, sus ilusiones...
La noche le sorprendió sentado en el sofá de cuero de aquel tipo, con la cabeza de aquel extraño atrapada entre aquel par de manos ajenas, en un gesto de desesperación. Había probado a marcar todos los números de teléfono que conocía, con la esperanza de escuchar una voz familiar, aún sabiendo que sería incapaz de decir nada, estando seguro de no poder explicar a ninguno de sus familiares o amigos nada de lo que estaba sucediendo; pero al menos quería tener eso, una voz amiga, algo a lo que agarrarse para no acabar loco. ¿Acabar loco? ¿No estaba ya loco? Aquello no tenía ni pies ni cabeza. La mitad de aquellos números correspondían a teléfonos que no existían; en la otra mitad contestaban voces desconocidas. Es como si su vida, su anterior vida, hubiera sido borrada de un plumazo en el mismo momento en que fue encerrado en ese otro cuerpo. Al menos la fecha de hoy era la que correspondía. Solo había cambiado de cuerpo y de vida, no había viajado en el tiempo ni nada parecido. "Solamente eso", se dijo, antes de ponerse a reír histéricamente y de romper a llorar de nuevo.
Salió de aquella casa y pidió un taxi. Fue a su casa (la que debería ser su casa, la que siempre había sido su casa... "¡¡Dios!!, ¿que está pasando..."), pagó al taxista con el dinero de aquel extraño y le pidió que le esperase. En la entrada de su casa había un coche que no conocía. Ni siquiera el felpudo era el de siempre, y la puerta estaba pintada de verde. "¿Que cojones...?" Cuando estaba a punto de llamar la puerta se abrió, de pronto, en ese mismo instante, y se topó de bruces con un tipo sonriente, que al instante cambió su gesto por una mueca de sorpresa y extrañeza. "¿Sí? ¿Puedo ayudarte en algo?", oyó que le preguntaba. Llevaba en la mano una bolsa de basura. Y no, aquel hombre no tenía su rostro, ni su voz. Ni la mujer que preguntó desde dentro si pasaba algo era la de su novia. Balbuceo una excusa incomprensible y regresó corriendo al taxi. Tuvo que mirar su dirección ("¿o debería empezar a decir mi dirección?") en la documentación, porque ya no la recordaba.
Cuando cerro la puerta, tras entrar en ¿su casa?, no pudo evitar dejarse caer de espaldas contra ella. Luego las piernas le flaquearon, y aquel cuerpo que le era impuesto se deslizo contra la superficie de madera hasta caer de nuevo al suelo, desmadejado y tembloroso, y pronto rompió en un llanto espasmódico e incontrolado. ¿Qué ostias era todo aquello? ¿Qué clase de broma macabra? Quizá debía de habituarse a eso. Quizá debería empezar a vivir la vida de ese extraño como propia. Fingir que conocía a sus seres queridos, acudir a su trabajo (¿contable?, ¿en serio?, si era un auténtico negado con las matemáticas... Bueno, que más daba, el menor de sus problemas es que le despidieran por no tener ni idea de lo que estaba haciendo) y actuar el resto de su vida. Tendría que asumir que lo había perdido todo; no solo todo lo que tenia, sino todo lo que era. Fácil, ¿no?
Entonces notó el dolor de estomago. ¿Estaría enfermo? No se le había ocurrido que podría ser un enfermo crónico. Quizá necesitaba tomar alguna medicación o vete a saber. Por suerte, comprendió que no era nada de eso, tan solo que no había comido nada en todo el día. Ni se había dado cuenta del hambre que tenía. Se dirigió a la nevera y, al cerrar la puerta del frigorífico tras coger lo primero que encontró a mano, un sobre cayó al suelo, desprendido de uno de los imanes de la nevera. ¿Cómo no lo había visto antes? "Para ti", decía. Lo abrió, curioso, y encontró una nota escrita con una letra mecánica y cuidada caligrafía.
"No puedo decirte mucho, no es recomendable hacer estas cosas; de hecho no debería haberte escrito nada... Tendrás que confiar en estas pocas palabras. Siento cómo ha sido todo esto, y entiendo que estarás hecho un lío y muerto de miedo. Pero sé que sabrás salir adelante. Aprende, esfuérzate en entender y sigue aprendiendo. Lucha. Ahora esta es tu vida. Disfrútala lo mejor posible, es lo que hay. Suerte. D."
Este es el primer y el peor recuerdo de su vida.
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