Recuerdo aquella canción a menudo. A menudo me sorprendo cantándola sin darme cuenta, y me hace gracia. No es el típico estilo de música que suelo escuchar. Y mucho menos es la típica canción que se me mete entre oreja y oreja y puedo estar tarareando horas y días. Pero, aunque no debiera, me ocurre. Y me gusta. Y lo disfruto. Es bonito.
Es bonito porque me la dedicaste aquel día. Porque te recuerdo cantándola, con una sonrisa de oreja a oreja, entonando las frases con cuidado mientras me miras de reojo. Recuerdo como se te subieron los colores a la cara al descubrirme mirándote y sonreír embobado mientras te escuchaba. Tu mirada huidiza, nerviosa; y tu voz, sin embargo, firme y sentida, recitando cada estrofa como si aquella canción hubiese sido escrita para ti. O más aún. Como si la hubieses escrito tu misma.
Que días tan bonitos, ¿verdad? Que recuerdos tan bonitos. Leo lo que estoy escribiendo y no puedo evitar reírme. Si me leyeras ahora mismo me dirías: "¿no te estás repitiendo mucho con tanto 'bonito', majete?", con esa sonrisa traviesa con la que me sacabas las faltas. Parece que pudiera escucharte ahora mismo diciéndolo...
Y de hecho te escucho. Pero cantando. Cantando aquella canción. Pero esta vez no cantas sola, me uno a ti. Gracias por aquel momento. Y por tantos otros.
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