Quería estar tan triste como un gato empapado de lluvia. Quería llorar y llorar hasta vaciarse, hasta ahogarse en un mar de sus propias lágrimas. Quería arrancarse los pelos a puñados hasta que el dolor le cubriera como un gorro de hierro al rojo. Quería gritar hasta que la garganta le estallase y se le cayera a trozos. Quería que le cubriera la noche más negra y profunda, quería que se acabasen las risas y los cantos, quería sentirse morir por dentro y por fuera.
Y sin embargo sonreía, alegre. Y se sentía bien. Y no supo sentirse mal por lo bien que se sentía.
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