martes, 20 de septiembre de 2011

Un gran momento en un mal momento

En un solo instante, en el tiempo que separan dos latidos, lo supo todo. Se le abrieron los ojos por dentro, por fin vio con claridad. Entendió su vida. Comprendió las cosas que realmente le importaban, las personas por las que su corazón latía, y se dio cuenta del tiempo que había perdido con estupideces vanas.

Ahora lo tenía claro, cristalino. Sabía exactamente en que quería invertir cada segundo de su vida. No pensaba dejar escapar un solo instante, no perdería ni un solo segundo; viviría y disfrutaría de cada momento con el gozo absoluto de saber que estaba haciendo exactamente lo que quería, lo que deseaba. Era una sensación increíble. Una sensación de total control sobre lo que iba a ser de su vida. Sin dudas, sin condicionantes, sin pegas, sin miedos. Para él se había acabado para siempre deshojar margaritas. Ya nunca necesitaría pensar en que era lo que quería hacer. Ya nunca tendría que decidir. Ya sabía todo eso, lo sabía todo. Ahora, por fin, iba a vivir. Iba a vivir intensa y profundamente.

Bueno... antes tendría que sobrevivir a aquella caída, claro. Pero si lo hacía... ¡ay!, que feliz, por fin, sería.

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