Era una mujer
pequeñita, de bolsillo. La primera vez que oí su voz, delgada y aguda, como el
cuchicheo de un niño al oído, no pude evitar sonreír. Disfrutaba soplándole en
la carita y viendo como se le arremolinaba el pelo. Entonces me reñía, entre
divertida y enfadada, por haberla despeinado. Pero incluso cuando se ofendía,
las palabras de reproche acababan siempre en esa pequeña sonrisa adorable que
dibujaba un par de hoyuelitos deliciosos. "¿Sabes que eres como
Campanlilla?", le decía. "Pero si no tengo alas... ¡¡y yo soy
morenaaaaa!!", me gritaba enfurruñada. "Y además eres mucho más
guapa, sí", le respondía siempre. Y entonces, aquellas minúsculas y
pálidas mejillas se cubrían de un bonito color rubí, y ella desviaba la mirada,
turbada y coqueta.
Me gustaba mucho pasear con ella. La
metía en el bolsillo de mi camisa, y ella se agarraba al borde con sus manitas.
Era muy agradable notar el calorcito que desprendía su cuerpo justo encima de
mi corazón. Cuando parábamos en algún sitio y nos poníamos a conversar, a
menudo se recostaba contra el borde del bolsillo, con los brazos cruzados tras
la cabeza, mirándome desde abajo con ojos vivos y divertidos. Me daban muchas
ganas de tocar su naricilla con la punta de un dedo, y ella reía divertida al
hacerlo. Recuerdo mucho cuando bailábamos juntos. Apartábamos los muebles,
poníamos la música y la subía sobre la mesa. Ella se agarraba a mis dedos y
correteaba por el tablero al ritmo de la música, cantando a gritos y riendo con
fuerza, al mismo tiempo que yo imitaba sus movimientos en el suelo del salón.
Por las noches bebíamos un vaso de
leche juntos mientras nos asomábamos por la terraza. Ella, con su diminuto vaso
de juguete, siempre pedía hacer un brindis. "Por las pequeñas grandes
cosas de la vida", decía, guiñándome uno de sus pequeños ojos verdes.
Disfrutaba viéndola dormir, en su pequeña camita, con aquellos pañuelos
bordados que usaba como sábanas. Nunca paraba quieta y se destapaba a menudo;
así que, con cuidado de no despertarla, la arropaba varias veces a lo largo de
la noche. En una ocasión, mientras lo estaba haciendo, se giró y se quedo
abrazada a mi mano. Y ya no quise dormirme ni mover un solo músculo; me quedé
mirándola, muy quietecito, hasta que llego el amanecer. Y entonces, aquellos
pequeños bracitos y piernitas se estiraron perezosos al tiempo que un diminuto
bostezo de razón forzaba su cara. "Buenos días, grandullón", decía
siempre. Y me pedía que me acercara con un gesto de su dedo índice, para darme
un pequeño besito de buenos días.
Pero el recuerdo más especial que
guardo, era cuando se sentaba en mi hombro para ver alguna película juntos. La
oía murmurar entre dientes, maldiciendo al malo de turno. Y cuando reía
divertida, su cuerpo vibraba contra el mio en un sabroso cosquilleo. A veces se
recostaba, y se quedaba dormidita, abrazada a mi cuello. Y si salía alguna
escena romántica, se asomaba a mi oído, y mientras me hacía una carantoña en la
mejilla o en el lóbulo de la oreja con sus pequeñas manitas de duende, me
susurraba mimosa al oído: "¿así me quieres tú?". Y entonces un
escalofrío me agitaba de pies a cabeza, y ella reía al ver los pelillos de mi
nuca erizados cómo el lomo de un gato asustado.
Creo que, a pesar de que hayan pasado
tantos años, aún sería capaz de dibujarla de memoria, como lo hacía aquellas
tardes de lluvia que nos quedábamos en casa, mientras ella reía y jugaba alegre
con cualquiera de esas cosas "de la gente grande que no sabéis
valorar". Recuerdo como le gustaba imitar a las majorettes con los bastoncillos
de los oídos, como disfrutaba, riendo hasta el llanto, al ver como se deformaba
su cara en los distintos reflejos de una cucharilla de café, o como cogía
carrerilla para saltar sobre un naipe de una baraja nueva para deslizarse sobre
él a lo largo de la mesa, hasta acabar en mis manos.
Aquel pequeño, desinhibido y
jovial espíritu libre me robó el corazón. "Qué no mida ni un palmo, no
quiere decir que sea cortita, ¿eh?", decía siempre entre risas. Dicen que
las mejores esencias se guardan en frascos pequeños. Bueno, algunos lo dicen;
yo lo sé.
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